Come down off your throne and leave your body alone.
Somebody must change.
You are the reason I've been waiting so long.
Somebody holds the key.
But I'm near the end and I just ain't got the time
And I'm wasted and I can't find my way home.
Come down on your own and leave your body alone.
Somebody must change.
You are the reason I've been waiting all these years.
Somebody holds the key.
But I can't find my way home.
But I can't find my way home.
But I can't find my way home.
But I can't find my way home.
Still I can't find my way home,
And I ain't done nothing wrong,
But I can't find my way home.
El músico Nick Cave estuvo en The Late Show with Stephen Colbert a principios de esta semana de la semana del 12 de agosto y leyó una carta de su Red Hand Files, un proyecto AMA en el que los fans escriben con preguntas y él las responde. La pregunta era:
«Tras los últimos años me siento vacío y más cínico que nunca. Estoy perdiendo la fe en los demás y tengo miedo de transmitir estos sentimientos a mi hijo pequeño. ¿Todavía cree en nosotros (los seres humanos)?»
En una preciosa carta de respuesta, Cave escribe que «gran parte de mis primeros años de vida los pasé despreciando al mundo y a las personas que lo habitan» y que «fue necesaria una tragedia para comprender la idea del valor mortal, y fue necesaria una devastadora situación para encontrar la esperanza». Esa devastación fue la muerte de su hijo de 15 años en 2015. A continuación, el contenido íntegro de la respuesta de Cave:
Querido Valerio:
Tienes razón al preocuparte por tus crecientes sentimientos de cinismo y debes tomar medidas para protegerte a ti mismo y a los que te rodean, especialmente a tu hijo. El cinismo no es una postura neutral, y aunque no nos pide casi nada, es muy contagioso e increíblemente destructivo. En mi opinión, es el más común y fácil de los males.
Lo sé porque gran parte de mis primeros años de vida los pasé despreciando al mundo y a las personas que lo habitan. Era una postura a la vez seductora e indulgente. La verdad es que era joven y no tenía ni idea de lo que me esperaba. Me faltaban los conocimientos, la previsión, la autoconciencia. Simplemente no lo sabía. Fue necesaria una catástrofe para enseñarme el valor de la vida y la bondad esencial de las personas. Hizo falta una devastadora situación para revelar la precariedad del mundo, de su propia alma, para comprender que pedía ayuda a gritos. Fue necesaria una gran desgracia para comprender la idea del valor mortal, y fue necesaria una tragedia para encontrar la esperanza.
A diferencia del cinismo, la esperanza se gana con esfuerzo, nos impone exigencias y a menudo puede parecer el lugar más indefendible y solitario de la Tierra. La esperanza tampoco es una posición neutral. Es contradictoria. Es la emoción beligerante que puede acabar con el cinismo. Cada acto redentor o amoroso, por pequeño que sea, Valerio, como leer a tu hijo pequeño, o enseñarle algo que te guste, o cantarle una canción, o ponerle los zapatos, mantiene al diablo en el fondo del abismo. Dice que el mundo y sus habitantes tienen valor y que merece la pena defenderlos. Dice que merece la pena creer en el mundo. Con el tiempo, llegamos a descubrir que es así.
Con amor, Nick
Original:
Dear Valerio,
You are right to be worried about your growing feelings of cynicism and you need to take action to protect yourself and those around you, especially your child. Cynicism is not a neutral position — and although it asks almost nothing of us, it is highly infectious and unbelievably destructive. In my view, it is the most common and easy of evils.
I know this because much of my early life was spent holding the world and the people in it in contempt. It was a position both seductive and indulgent. The truth is, I was young and had no idea what was coming down the line. I lacked the knowledge, the foresight, the self-awareness. I just didn’t know. It took a devastation to teach me the preciousness of life and the essential goodness of people. It took a devastation to reveal the precariousness of the world, of its very soul, to understand that it was crying out for help. It took a devastation to understand the idea of mortal value, and it took a devastation to find hope.
Unlike cynicism, hopefulness is hard-earned, makes demands upon us, and can often feel like the most indefensible and lonely place on Earth. Hopefulness is not a neutral position either. It is adversarial. It is the warrior emotion that can lay waste to cynicism. Each redemptive or loving act, as small as you like, Valerio, such as reading to your little boy, or showing him a thing you love, or singing him a song, or putting on his shoes, keeps the devil down in the hole. It says the world and its inhabitants have value and are worth defending. It says the world is worth believing in. In time, we come to find that it is so.
Esta entrevista a Sara Barquinero ofrece una mirada profunda
y reveladora sobre su novela «Los Escorpiones», un libro que aborda
preocupaciones tanto generacionales como universales. Barquinero explica que
temas como la depresión, tratados de manera extensa y explícita, han sido clave
para conectar con un público amplio. La trama de intriga complementa estos
temas, haciendo de la novela una lectura fascinante.
Uno de los pilares de la novela pasa por la reflexión sobre
en qué creen las personas ahora que «Dios ha muerto». Barquinero
responde con realidades desoladoras como teorías conspirativas, videojuegos que
inducen al suicidio, drogas auditivas y aislamiento social. La novela nació en
un momento vital en el que la autora atravesaba una etapa de profunda tristeza.
Escribirla le permitió explorar esos sentimientos desde una perspectiva
distinta, lo que, aunque no lo define como terapia, tuvo un efecto catártico
para ella.
Barquinero también aborda el nihilismo y cómo, al tocar
fondo, una persona tiene varias opciones: recrearse en el nihilismo, adoptar un
nuevo relato o valorar las opciones de la vida. Ella elige la última, lo que
refleja un enfoque esperanzador a pesar del tono oscuro de su obra.
Los personajes de «Los Escorpiones» son jóvenes
con síndrome de burnout, atrapados en el pasado y sin un futuro claro,
reflejando una generación que ha vivido la crisis del 2008 y enfrenta una falta
de perspectivas. Sin embargo, Barquinero reconoce que estas preocupaciones no
son exclusivas de su generación, sino que resultan comunes con muchos otros.
La crudeza de algunos capítulos, según la autora, es
producto tanto de documentación como de experiencias personales. Confiesa haber
probado «música droga» en su adolescencia, lo que añade autenticidad
a sus descripciones.
Barquinero mezcla influencias diversas en su obra, desde
Kant y Foster Wallace hasta Chenoa y Bad Bunny. Su tesis doctoral sobre Kant le
ha brindado una comprensión profunda de cuestiones filosóficas, lo que se
refleja en la complejidad de su narrativa. Su admiración por Foster Wallace es
evidente, y su obra «La broma infinita» ha sido una inspiración
directa, de la que “Los escorpiones” podría considerarse una especia de continuación.
La autora sostiene que el ser humano contemporáneo, a pesar
de su descreimiento y materialismo, necesita creer en algo. Esta necesidad es
racional y se manifiesta en diferentes formas, desde actos de fe cotidianos
hasta creencias más estructuradas. Barquinero misma no tiene la certeza de que
la vida merezca la pena, pero prefiere fingir que lo cree, un enfoque
pragmático que le permite seguir adelante.
La comparación de su trabajo con el de Thomas Pynchon y la
atmósfera cinematográfica de directores como David Lynch y Lars Von Trier
destaca la riqueza de sus influencias. Aunque su escritura es espontánea y
trabajada, ella misma reconoce que adopta un tono más complicado solo cuando el
texto lo requiere, buscando siempre la coherencia con el contenido.
Sara Barquinero se describe como ambiciosa, perfeccionista y
trabajadora, pero también como una neurótica de manual. La entrevista revela su
proceso creativo, sus influencias y su visión del mundo, ofreciendo una
comprensión más profunda de la autora detrás de «Los Escorpiones». Su
honestidad y profundidad hacen que esta entrevista sea una lectura fascinante y
enriquecedora.
¿Alguna vez te has encontrado con alguien que parece saberlo todo? Esas personas que siempre tienen la respuesta a cualquier pregunta no es que sean superhumanos, sino que reúnen las habilidades precisas que les proporcionan esa apariencia. Dicho de una manera muy resumida, se basan en saber reconocer muy bien patrones, usar el sentido común de manera amplia y tener una memoria que almacena de una forma muy eficiente datos al azar. Veamos cómo funciona esto.
Imagina que estás jugando unas partidas de cartas y siempre las ganas porque sabes qué cartas van a salir. Eso es saber reconocer patrones; es la habilidad de ver regularidades en las cosas que nos rodean y suceden a nuestro alrededor. La gente que parece saberlo todo es destacadamente buena en esto. Pueden correlacionar información de forma rápida y eficiente, aprovechando lo que ya saben para deducir cosas nuevas.
Junto a esto, suman un amplio sentido común, que es como ese consejo que te da tu abuela y que siempre resulta ser cierto. Se trata de aplicar lo que sabes de la vida diaria a los problemas a los que te vas enfrentando. Los individuos que tienen siempre la respuesta correcta, saben cómo aplicar este conocimiento práctico para resolver cualquier situación. No es magia, es experiencia y lógica.
Por último, la memoria incidental es esa que te lleva a recordar cosas sin querer, como cuando alguien menciona una canción y recuerdas toda la letra, aunque no la hayas escuchado en años. Quienes parecen saberlo todo tienen una memoria increíble para esos pequeños detalles. Pueden recordar datos aleatorios que, de alguna manera, siempre terminan siendo útiles en infinidad de circunstancias, creando asociaciones inmediatas entre la experiencia del momento y su variopinto almacén de recuerdos.
Cuando juntas estas tres habilidades, reconocer patrones, sentido común y buena memoria, tienes a alguien que parece saberlo todo. Esta gente procesa información de manera superrápida y eficiente. Responden preguntas con confianza y parecen tener la respuesta para todo. No hablamos de un conocimiento profundo, pero sí de uno de alcance muy amplio y general a disposición inmediata de las circunstancias.
Además, importa, y mucho, la forma en que se comunican. Si alguien explica bien las cosas y lo hace con seguridad, los demás tienden a pensar que sabe mucho más de lo que realmente sabe. La percepción de los demás, influenciada por cómo se presenta la persona y el contexto, refuerza esta idea de que son «sabios».
En resumidas cuentas, la razón por la que algunas personas parecen saberlo todo no es porque realmente lo sepan todo, sino porque son muy buenos en reconocer patrones, aplicar el sentido común y recordar de forma instantánea detalles al azar. Estas habilidades les permiten procesar y usar información de manera muy efectiva, creando la impresión de que tienen un conocimiento muy profundo y variopinto. Como decía antes, entender la existencia de esta combinación de factores nos ayuda a ver que no es magia, sino habilidades humanas bien desarrolladas y aplicadas.
En esta entrevista con David Moscrop, Yanis Varoufakis,
exministro de Finanzas de Grecia, explora su teoría sobre el tecno feudalismo,
un concepto que sugiere que el capitalismo ha mutado en algo aún más
inquietante. Varoufakis argumenta que hemos pasado del capitalismo tradicional
a un nuevo sistema caracterizado por rasgos feudales, donde los capitalistas
dependen más del poder político y las rentas que de los mecanismos
convencionales del mercado.
Varoufakis sostiene que las contradicciones internas del
capitalismo no condujeron a la liberación de la humanidad, como preveía Marx,
sino a una victoria total de la burguesía. Tras la caída del sindicalismo y la
clase obrera organizada, el capitalismo evolucionó hacia lo que Varoufakis
llama «capital-nube», un término que describe un sistema donde los
mercados han sido reemplazados por feudos digitales. En este nuevo orden, tanto
los proletarios como los burgueses producen rentas para los capitalistas de la
nube.
El capital-nube ha cambiado fundamentalmente la estructura
del poder. A diferencia de los antiguos monopolistas como Henry Ford, los
capitalistas de la nube ni siquiera se molestan en producir bienes. Han creado
un feudo digital donde el mercado ya no es el motor central del capitalismo.
Varoufakis argumenta que esto representa una ruptura radical con el capitalismo
tradicional, marcando el inicio de una era donde las plataformas digitales
dominan la economía.
Según Varoufakis, los «siervos de la nube» y los
«proletarios de la nube» son las nuevas clases surgidas en el tecno feudalismo. Estos siervos modernos producen capital a través de su
interacción gratuita con las plataformas digitales, algo sin precedentes en la
historia del capitalismo. Este sistema parasitario, que aún depende del sector
capitalista clásico para producir valor, está haciendo nuestras sociedades más
conflictivas y menos capaces de albergar valores como la socialdemocracia y la
libertad individual.
En su análisis, Varoufakis destaca que el sueño de todo
capitalista es convertirse en rentista, viviendo de las rentas en lugar de los
beneficios. Sin embargo, la llegada del capital-nube ha llevado esto a un
extremo, con figuras como Jeff Bezos y Elon Musk entusiasmados con su rol de
«capitalistas de la nube». Esta nueva forma de poder es
extremadamente concentrada y poderosa, y debe ser tomada muy en serio por la
sociedad.
Varoufakis menciona que la relación entre el tecno feudalismo y el capitalismo clásico es parasitaria, similar a cómo el capitalismo
necesitaba al feudalismo para su suministro de alimentos. Esta dependencia hace
que el sistema sea más inestable y propenso a crisis. Además, Varoufakis
propone ideas como un sistema de billetera virtual del banco central con
dividendos mensuales, que podría proporcionar una renta básica universal y
desafiar el monopolio de Wall Street sobre los sistemas de pago.
El análisis de Varoufakis sobre el tecno feudalismo invita a
reflexionar sobre cómo este nuevo sistema amenaza los valores de libertad,
igualdad y justicia social. El reto es enorme, pero también lo es la
oportunidad de reimaginar y reconstruir nuestras sociedades para enfrentar esta
transformación radical. La lucha por un futuro más justo y equitativo debe
continuar, ahora más que nunca, en un mundo que se transforma rápidamente.
Hace ya unos años, una querida amiga, Tònia, sinóloga de raíces mallorquinas y una empleada suya, Shangqi, originaria de Guangzhou, me hicieron un regalo por mi cumpleaños que no pudo llenarme más de gozo. Me regalaron mi nombre en mandarín, junto con su representación caligráfica tradicional.
Este es su significado:
马 (Mǎ)
Gramaticalmente, 马 es un término que significa "caballo". Culturalmente representa al caballo, que tiene un lugar destacado en la historia y la mitología chinas. En la literatura clásica, los caballos son asociados con héroes y guerreros, como en las epopeyas de la Dinastía Han y los relatos de los Tres Reinos. Además, en la mitología, el caballo celestial "天马" es un símbolo de excelencia y esplendor. Los caballos también son cruciales en la agricultura y el transporte, representando la fuerza motriz detrás del desarrollo y la expansión de la antigua China. En la práctica del feng shui, el símbolo del caballo se utiliza para atraer éxito y reconocimiento, reflejando la importancia cultural y simbólica de este animal.
希 (Xī)
Gramaticalmente, 希 significa "esperanza" o "deseo" y culturalmente, el carácter 希 es un ideograma compuesto por los radicales "乂" (que sugiere algo raro o escaso) y "巾" (un paño o una toalla). La combinación implica algo raro y valioso, lo que subraya la idea de esperanza y aspiración hacia algo preciado y deseado. En la filosofía china, la esperanza es un concepto central en el pensamiento confuciano y taoísta, donde la búsqueda de armonía y la mejora personal son fundamentales. Además, 希 puede ser visto en contextos históricos donde los emperadores y líderes usaban este carácter para expresar visiones de prosperidad y bienestar para sus reinos.
Por último, 文 (Wén)
Gramaticalmente, 文 significa "cultura", "escritura" o "literatura". 文 es uno de los pilares de la civilización china. En la dinastía Zhou, el concepto de "文治" (gobierno civilizado) se contraponía al "武治" (gobierno militar), destacando la importancia de la cultura y la educación en la gobernanza. El carácter 文 aparece en términos como "文人" (erudito) y "文化" (cultura), indicando su profunda conexión con la erudición y las artes. Los literatos y poetas, como los de la Dinastía Tang, son celebrados por su contribución a la rica herencia literaria de China. Además, 文 también se relaciona con el "文房四宝" (los cuatro tesoros del estudio), que son herramientas esenciales para la caligrafía y la pintura, artes veneradas en la tradición china.
En conjunto, el nombre 马希文 (Mǎ Xīwén) fusiona estos significados en una identidad que encarna la nobleza y fuerza del caballo (马), el anhelo de algo valioso y raro (希), y la profundidad de la cultura y el conocimiento (文). Esta combinación no solo crea un nombre con un sonido armonioso, sino que también teje una narrativa rica y multifacética. La figura evocada por este nombre podría ser alguien que posee tanto la fuerza física como la nobleza del caballo, la aspiración y búsqueda de algo elevado, y una profunda conexión con la erudición y la cultura, características altamente valoradas en la civilización china.
Una experiencia universal de la vida moderna es hablar de algo e inmediatamente después ver un anuncio que parece que debe ser el resultado de esa conversación. Quizá le digas a alguien que estás planeando unas vacaciones y empieces a ver anuncios de vuelos y hoteles. Tal vez hables de que quieres empezar a correr y te veas bombardeado por anuncios de zapatillas deportivas. Tal vez hables de lo duro que es estar soltero y veas una serie de publicaciones patrocinadas sobre aplicaciones de citas. Cuando esto ocurre, puedes sospechar que tu teléfono esté “escuchando tus conversaciones”.
Esta creencia es falsa y paranoica. No vivimos en una distopía tecnológica en la que nuestros teléfonos inteligentes utilizan clandestinamente sus micrófonos para captar cada palabra que decimos y luego alimentarnos con mensajes publicitarios basados en ellas. La verdad es más sencilla y nada alarmante: tu teléfono sólo parece escucharte porque está recopilando datos sobre cada palabra que tecleas, cada sitio web que visitas y, mediante el seguimiento por GPS, todos los lugares del mundo físico a los que vas.
“No es sólo que confíe en la imaginación de Sam Sax. Creo sinceramente que la libertad creativa de Sam libera el potencial de nuestra liberación”. - Saeed Jones
La histérica muchedumbre del sombrerito de hojalata te insta a apagar el teléfono siempre que vayas a hablar de algo privado -como tus opiniones políticas, creencias religiosas o afecciones médicas-, como si el teléfono fuera a “oírlas” de algún modo y las empresas tecnológicas fueran a utilizar esa información contra ti. En realidad, ya saben todas esas cosas sobre ti porque saben qué fuentes de noticias lees, el contenido de tus correos electrónicos, qué páginas de WebMD* has visitado y cuánto tiempo has pasado en qué iglesia, sinagoga, mezquita o centro humanista ético. Así que ni te preocupes. No es que haya hackeos todos los días, y cada vez habrá más a medida que pase el tiempo, y algún loco amoral de la web oscura acabará viendo una transcripción de cada conversación en persona que hayas tenido. Estarán demasiado ocupados mirando una lista de con quién has hablado, a qué hora y durante cuántos segundos.
Además, no necesitas utilizar un teléfono ni siquiera un ordenador para que invadan tu intimidad. ¿Sabías que las empresas de tarjetas de crédito pueden vender legalmente datos sobre tus compras a terceros? Es cierto. Y apuesto a que, si decides intentar eludir eso comprando exclusivamente con dinero físico, probablemente tu banco te señalará como una especie de bicho raro que saca demasiado dinero en efectivo y debe estar tramando algo turbio. Es mejor rendirse. No dudes en tener una conversación en persona con tu amigo más preocupado por la privacidad sobre lo inútil que es resistirse. Su iPhone o Android no lo captarán y, sinceramente, como si lo que dices fuera tan interesante. Sé realista, amigo mío. A nadie le importas.
Nuestra avanzada tecnología de la información tiene muchas ventajas, muchas de las cuales proceden de la personalización que obtienes cuando las empresas conocen tus preferencias. No puedes cambiar el mundo en que vivimos, así que lo mejor que puedes hacer es relajarte y disfrutar de lo bueno del siglo XXI. Y aunque pueda resultar inquietante enfrentarte a aquellos aspectos más oscuros de ti que atesoran las empresas, al menos puedes consolarte con el hecho de que tus conversaciones de voz a voz siguen siendo inviolables y, por muy extraños que parezcan los anuncios que te ponen, tu teléfono no te está espiando.
Por cierto, acaba de producirse una actualización de software, y ahora tu teléfono escucha tus conversaciones.
* WebMD es una empresa estadounidense que publica noticias e información en internet sobre salud y bienestar.
Susan Solomon es una destacada científica atmosférica
estadounidense, reconocida internacionalmente por sus contribuciones
significativas a la comprensión del cambio climático y la protección ambiental.
Nacida el 19 de enero de 1956 en Chicago, Illinois, Solomon ha dedicado su
carrera a la investigación y la enseñanza en el campo de la química
atmosférica.
Después de obtener su doctorado en Química en la Universidad
de California, Berkeley, Solomon se unió a la Administración Nacional Oceánica
y Atmosférica (NOAA). Entre 2002 y 2008, Solomon fue copresidenta del Grupo de
Trabajo I del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de las
Naciones Unidas, donde jugó un papel clave en la evaluación científica del
cambio climático. En 2008, la revista Time la nombró una de las 100 personas
más influyentes del mundo por su impacto en la política ambiental global.
Actualmente, Solomon es profesora en el Instituto de
Tecnología de Massachusetts (MIT), donde continúa su investigación y enseñanza.
Su libro más reciente, “Solvable:How We Healed the Earth, and How We Can Do It Again”, destaca historias de éxito en la lucha contra problemas ambientales y
ofrece una visión optimista sobre la capacidad de la humanidad para abordar el
cambio climático.
A lo largo de su carrera, Solomon ha sido galardonada con
numerosos premios y reconocimientos, incluyendo la Medalla Nacional de Ciencia
de Estados Unidos y la elección a la Academia Nacional de Ciencias. Su
dedicación y liderazgo continúan inspirando a la próxima generación de
científicos y activistas ambientales.
En una época de “eco-catastrofismo” generalizado, Susan
Solomon argumenta que es demasiado fácil “regodearse en nuestra miseria y en lo
terrible que es todo... Pero 'todo está perdido' es exactamente lo contrario de
donde necesitamos estar”.
Su optimismo se remonta a una “gran aventura científica” al
inicio de su carrera. En 1985, el British Antarctic Survey reveló un agujero
inesperado en la capa de ozono. Aunque Solomon se describe como una “fervorosa protectora del planeta”, inicialmente se sintió fascinada por el desafío
intelectual de usar modelos computacionales para estudiar la estratosfera.
En 1986, a los 30 años, se convirtió en la científica líder
de un equipo que pasó dos meses en la Antártida. Su investigación confirmó que
los clorofluorocarbonos (CFCs), usados en desodorantes y refrigeradores, eran
los responsables del agujero de ozono. Su trabajo fue crucial para el Protocolo de Montreal de 1987, considerado el mayor éxito ambiental
internacional.
Solomon señala que la protección ambiental ha avanzado
incluso bajo presidencias en EE. UU. comprometidas con la desregulación, y ha
sido posible superar la resistencia de poderosas industrias. La presión
pública, a menudo desde fuentes inesperadas, ha sido fundamental.
Aunque las comisiones de investigación políticas pueden generar un debate abierto entre diferentes expertos, Solomon considera que los procesos formales de evaluación científica son más efectivos, ya que proporcionan una base precisa de hechos para los negociadores que han de equilibrar la protección medioambiental con las necesidades de la economía.
Solomon explica que para que el público se involucre en una
amenaza ambiental, esta debe sentirse personal y perceptible, y deben existir
alternativas prácticas. Ejemplos como el agujero en la capa de ozono y los
residuos de DDT en la leche materna han movilizado a la gente.
“Solvable: How We Healed the Earth, and How We Can Do It
Again” concluye con una anécdota sobre la aprobación del Cuarto Informe de
Evaluación del IPCC en 2007, donde un debate sobre la traducción de “el
calentamiento es inequívoco” fue rápidamente resuelto por los delegados
franceses y españoles.
Solomon sigue siendo optimista porque el cambio climático se
ha vuelto personal y perceptible, como lo demuestran los incendios cerca de su
casa en las Montañas Rocosas de Colorado. Aunque los ataques a los científicos
continúan, ahora se centran más en las tecnologías y políticas, lo cual ella
considera un avance. Está segura de que estamos progresando, ya que ahora es más
barato construir y operar plantas de energía renovable que plantas de carbón,
petróleo o gas. Aunque los desafíos persisten, espera que una nueva generación
abrace estos desafíos con pasión.
“Estamos en un mundo lleno de cambios,” comenta. “Es un
momento perfecto para ser científico del clima y estudiar estas cosas. Cada dos
o tres años, algo nuevo surge y la gente dice: 'Oye, no entendemos esto'.
Escoge un tema que realmente importe para el planeta y encuentra una manera de
investigarlo. Será un viaje salvaje y emocionante y el mundo te necesita para
hacerlo.”
Somos lo que hemos vivido y por ello, la madurez trae consigo una reorganización profunda de los valores, tanto personales como sociales, en comparación con los que se mantienen en la primera juventud. Este proceso de evolución no es lineal, sino que se manifiesta en un vaivén de introspección, aprendizaje y experiencias que nos dejan huella. Para comprender mejor este fenómeno, debemos desglosar los aspectos que guían esta transformación y cómo se reflejan en nuestra vida diaria y en la sociedad.
En la juventud, cuando todo es nuevo y desconocido, los valores suelen ser idealistas y absolutos. La búsqueda de la autenticidad, la libertad y la justicia predomina en esta fase del pensamiento. Los jóvenes tienden a ver el mundo en términos de blanco y negro, buscando cambios radicales y soluciones rápidas a problemas complejos. Esta etapa de la vida está marcada por un fervor casi revolucionario, donde el espíritu es audaz y la pasión refulge en llamas. En esta etapa, el deseo de romper con las convenciones y establecer nuevas normas tiene un gran peso entre los más inconformistas. Los jóvenes tienden a impulsar cambios sociales, cuestionando el statu quo y proponiendo nuevas formas de pensar y vivir, aunque, paradójicamente, en no pocas ocasiones todo termina cambiando sin que nada cambie realmente.
Con el tiempo y la experiencia, estos valores comienzan a moldearse y, en bastantes casos, a moderarse. La madurez trae consigo una comprensión más profunda de la complejidad del mundo y de las relaciones humanas, aunque a esta le acompaña el riesgo de caer en el conformismo y la asunción de la derrota. El idealismo juvenil se matiza con una dosis de realismo, una aceptación de las imperfecciones y las contradicciones de la vida. Tal y como expresó el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en su obra Más allá del bien y del mal, «La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño». Este retorno no implica un retroceso, sino una integración de la seriedad y la responsabilidad con la creatividad y la pasión juvenil. La madurez nos enseña a ver el mundo con una mirada más equilibrada, donde los sueños y las aspiraciones se combinan con una comprensión práctica de las limitaciones y las posibilidades, encontrando un punto de equilibrio dinámico a la medida de cada persona.
En el ámbito personal, y siempre que nos referimos a personas con una personalidad equilibrada y bien cohesionada, esta evolución de los valores se traduce en una mayor empatía y comprensión hacia los demás. Las experiencias de vida, tanto las positivas como las negativas, enseñan la importancia de la paciencia, la tolerancia y el compromiso. La madurez nos hace más conscientes de nuestras limitaciones y nos brinda la sabiduría para discernir entre lo que se puede cambiar y lo que debe ser aceptado. En el siglo XIX, el filósofo existencialista danés Søren Kierkegaard lo expresó de la siguiente manera en su obra «Diario de un seductor»: «La vida solo puede ser comprendida hacia atrás, pero debe ser vivida hacia delante». Este entendimiento retrospectivo nos permite enfrentar el futuro con una visión más clara y un corazón más abierto.
Socialmente, los valores también sufren una transformación significativa. En la juventud, el entorno de nuestros pares y las tendencias culturales juegan un papel crucial en la formación de valores. Sin embargo, a medida que maduramos, nuestras interacciones sociales se amplían y diversifican. Muchos, empezamos a valorar más la estabilidad, la seguridad y el bienestar colectivo. Este cambio refleja un desplazamiento de un enfoque individualista a una perspectiva más comunitaria y global. La filósofa Hannah Arendt destacó la importancia de la responsabilidad compartida en su obra «La condición humana», argumentando que esta es inherente a la naturaleza de la acción humana, la pluralidad y la interdependencia en la vida comunitaria. Desde esta perspectiva se destaca la necesidad de reconocer y asumir nuestro papel en la red de relaciones que conforman nuestra existencia colectiva, subrayando cómo nuestra capacidad de acción colectiva puede transformar el mundo.
Jean-Jacques Rousseau, en su obra «El contrato social», argumenta que «El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado». Esta cita resuena en la transición de la juventud a la madurez, donde las cadenas de la sociedad y las responsabilidades se sienten con mayor fuerza, pero también se entienden y se aceptan como parte del contrato social. La madurez nos lleva a reconocer y respetar estas cadenas, no como limitaciones, sino como estructuras necesarias para la convivencia y la armonía social.
Y llegando al día de hoy, en el primer cuarto del siglo XXI, la tecnología y la globalización han añadido nuevas dimensiones a esta evolución de valores. En un mundo donde cada vez todo sucede de forma más rápida y está interconectado, la empatía y la solidaridad y sus contrarias, se extienden más allá de las fronteras geográficas. La conciencia ambiental y la sostenibilidad han emergido como valores fundamentales en respuesta a los desafíos globales, así como un discurso negacionista de quienes prefieren escuchar mentiras agradables a verdades dolorosas. La filósofa contemporánea Martha Nussbaum ha enfatizado la importancia de la «capacidad de empatía global», destacando cómo nuestra comprensión de la justicia y la equidad debe adaptarse a un contexto mundial interconectado.
Buscando una conclusión ya a esta reflexión, la madurez no es simplemente una cuestión de envejecimiento, sino una transformación integral de nuestra manera de entender y valorar el mundo. Este proceso nos lleva a una comprensión más rica y matizada de la vida, donde los valores de la juventud se integran y se refinan, creando una visión más equilibrada y consciente. Como afirmó el filósofo y psiquiatra alemán Karl Jaspers, «El hombre maduro se encuentra solo, solo en tanto que sabe y quiere». La madurez es, en última instancia, un viaje hacia la autenticidad y la plenitud, una danza continua entre el idealismo de la juventud y el realismo de la experiencia, o como una buena amiga me ha dicho hoy, a transformarnos en «idealistos». Es un proceso dinámico que no solo nos transforma a nivel individual, sino que también moldea la sociedad, impulsándonos hacia el futuro, acabe adoptando este la forma que sea.
En los últimos diez años, la polarización política y social
en España ha aumentado hasta niveles alarmantes. Más que una dinámica que refleja a la sociedad, la polarización parece ser un mecanismo deliberado por parte de
la clase política para mantenerse en el poder. Los partidos tradicionales, en
particular PSOE y PP, con la colaboración necesaria de otros oportunistas de nueva creación, han renunciado a su papel de representantes orgánicos de
sus bases para convertirse en plataformas electorales centradas en la figura
del líder, lo que ha generado más confrontación y desigualdad.
La polarización no surge de manera orgánica de la sociedad,
en lugar de ello, ambos términos son alimentados desde las alturas del poder
político, a su vez apoyado por el económico, que efectivamente lleva las
riendas del sistema. Los partidos necesitan mantener a sus votantes en estado
constante de alerta y reacción, por lo que la creación de bandos antagónicos se
convierte en una táctica perfecta para movilizar y garantizar la fidelidad de
sus acólitos. Los medios de comunicación desempeñan un papel vital en esta
dinámica. En lugar de servir como un contrapunto neutral y un espacio en el que
se pueda argumentar, muchos medios de comunicación españoles informan según los
intereses políticos y fomentan confrontaciones en lugar de apaciguarlas. La
prensa debería actuar en su carácter de guardiana de la verdad y enemiga del
populismo, en cambio, no pocos periódicos hablan de amarillismo e informan
sobre cuestiones sensacionalistas en vez de transformarlo.
Desde luego, la sociedad civil desempeña aquí un papel
fundamental. No hay duda de que se necesitan iniciativas de diálogo y
entendimiento mutuo, educación cívica e instituciones democráticas robustas.
Solo mediante un esfuerzo común podremos erradicar las estructuras que
promueven la fractura ciudadana. La presión de la ciudadanía por la
transparencia y la rendición de cuentas puede obligar a la clase política a
actuar de una manera más responsable y menos en la división.
El futuro de la democracia en España estará determinado por
nuestra voluntad de perseverar en la creación de una política de diálogo y
consenso. La transformación no será fácil ni rápida, pero no es imposible.
Requerirá un esfuerzo importante y tenaz de todos los sectores de la sociedad
para desmontar el statu quo actual, que es un negocio lucrativo y destructivo
basado en la confrontación. La experiencia de otros países demuestra que la
polarización se puede revertir de la mano de una política inclusiva y una
sociedad civil activa. Asimismo, también ha sucedido todo lo contrario:
sociedades que han permitido llegar al poder a candidatos autocráticos con un
pequeño barniz democrático.
Sin un esfuerzo decisivo para acercar las posiciones y
superar nuestra supuesta polarización, las consecuencias para España podrían
ser graves y duraderas. En última instancia, la perpetuación de la división
debilitará la cohesión social al erosionar la confianza de los ciudadanos y sus
instituciones democráticas. Un ejemplo contemporáneo de este letal círculo se
encuentra en la creciente violencia y enfrentamientos en torno a las
manifestaciones políticas. Los disturbios de Barcelona en 2019 son un micromodelo de intolerancia y radicalismo, pero son simplemente un ejemplo, cualquier otra supuesta «razón legítima» puede derivar en estas situaciones.
Además, la inmovilidad en la toma de decisiones políticas
puede paralizar el progreso legislativo, trayendo consigo instrumentos
poderosos sin oportunidades de implementación y socavando la capacidad de
implementar políticas en favor del bienestar económico y social del país. Sin
un esfuerzo consciente por parte de nuestros ciudadanos y líderes para alcanzar
consensos más amplios, profundizaremos aún más las brechas, fracturas sociales y
políticas y debilitaremos nuestra democracia y nuestro futuro.
Erístico es un antiguo término retórico que se refiere a la forma en que ciertas personas discuten por discutir. En el mejor de los casos, les importa más ganar que tener razón. En el peor, simplemente quieren seguir discutiendo ad infinitum. Ninguna de las dos cosas es buena, pero ambas siguen siendo tan comunes ahora como hace dos mil años... si no más.
En parte, debido a la prevalencia de la erística, me siento atraído por lo que dijo Buda sobre las «preguntas sin respuesta», a veces llamadas «imponderables». Se trataba de una serie de preguntas relativas a la naturaleza de la existencia a las que se negaba a responder. ¿Por qué? En parte porque pensaba que era imposible hallar respuestas y, por tanto, una pérdida de tiempo. Y, lo que es más importante, argumentaba que sencillamente no tienen sentido. Por tanto, son peores que una mera distracción, porque nos perjudican activamente, lo cual, para Buda, significaba reducir la conversación a un contenido intelectual en exceso y no centrarse en la experiencia, desviándose así del camino hacia la iluminación.
La idea de Buda de que ciertas preguntas son una pérdida de tiempo (o algo peor) parece especialmente pertinente en la era de Internet, un lugar y tiempo lleno de discusiones interminables y de laberintos sin final. ¿Nos enzarzamos o no en estos infructuosos debates en línea? Me viene a la mente lo que está escrito en el Libro de los Proverbios: No respondas al necio según su necedad, no sea que tú también seas como él.
Platón dijo una vez que la retórica es el arte de trabajar sobre el alma de los hombres por medio del lenguaje. Una perspectiva convincente, ¿pues qué es la civilización humana, sino una serie incontable e interminable de conversaciones entre seres humanos? Siendo así, cómo hablamos y de qué elegimos hablar —o no hablar— son algunas de las decisiones más importantes que podemos tomar en la vida. Esta observación se encuentra en el corazón de las preguntas sin respuesta de Buda; una sabiduría antigua de suprema relevancia en un mundo dominado por la erística.
En ciertas narrativas recurrentes emerge un patrón con
claridad: un personaje comete un error, uno solo, que luego lo persigue
hasta el final de sus días. Imagina a una joven que, por un error de identificación en la
policía, destruye dos vidas, incluida la suya. O a un hombre, cuyo intercambio
de miradas se convierte en una obsesión que da paso al nacimiento de un acosador persistente. O una pareja que fracasa en su primer encuentro íntimo, marcando para siempre
su relación.
Se critica este recurso narrativo por considerarlo
inapropiado para un artista serio, acusándolo de instrumentalizar una obsesión con el incidente
que no refleja la gradualidad y el desorden de la vida real. Mientras algunos
autores se deleitan en la lenta acumulación de la experiencia humana, otros se
centran en un evento singular. Demasiado ordenado. Demasiado simplista. Escrito como si estuviese
destinado a ser el guión de una telenovela.
Hoy, con el suficiente paso del tiempo a mis espaldas como para observar a mis
contemporáneos en su edad madura, incluidos algunos decepcionados y lastimados,
sostengo que esta visión captura acertadamente la realidad. La sorpresa y el
terror de la madurez radica en cuánto del destino de una persona puede depender
de un solo error de juicio.
¿Ejemplos? Si te casas mal —o te casas cuando no deberías—
no supongas que el daño es reversible. Si eliges mal tu carrera y te das cuenta pasados los 30, no cuentes, salvo inusuales excepciones, con encontrar un camino
de retorno. Ninguno de estos errores tiene que condenar a una persona a un
sufrimiento eterno y profundo, pero la vida depende del camino, cada error limita
las próximas rondas de opciones. Un gran error, o simplemente uno temprano,
puede cerrar toda esperanza de alcanzar la vida que inocentemente soñabas.
Y en cuanto a las personas que se dedican profesionalmente a ofrecer orientación, debería existir más sinceridad en su praxis. El auge de la industria del consejo —los podcasts de autoayuda, los entrenadores ejecutivos, etc.— ha
sido mayormente benigno, pero mucho de su contenido se basa en los ideales
estadounidenses, y refleja el optimismo mágico de ese país. La noción de un
error irremediable es casi transgresora en la tierra de las segundas
oportunidades. Además, por razones comerciales obvias, se dice al cliente que
no todo está perdido, que la vida aún puede ser moldeada llegada la vida adulta. Por más brillante que sea el orador, nadie se inscribe en un seminario motivacional que proclame: "¿Tuviste
hijos sin pensarlo bien? Ya es tarde".
En la narrativa contemporánea, un error no es un error, sino
una oportunidad para crecer, para desarrollar resiliencia. Es simplemente un
puente hacia el éxito definitivo. Y hay casos en los que así es. Pero la
vida de una persona a los 50 no es la suma aritmética de todas sus decisiones pasadas. Por el contrario, está marcada por unas pocas desproporcionadamente importantes: a veces
profesionales, a menudo románticas. Si fallas en estas, el alcance para
remediar la situación es, si no nulo, muy complicado y la cultura cultura actual tiende a ocultar o falsear las malas noticias, endulzándolas con un almíbar de zonas seguras, enaltecimiento de los sentimientos hasta cumbres inaccesibles salvo para uno mismo, etc.
El vasto atractivo de los deportes de
competición se confirma la mayoría de los fines de semana, en los que el resultado generalmente
se decide por un tanto. Un
equipo o jugador domina el partido, crea mejores oportunidades y, llegado el final, pierde el partido por un
error. Esto, sin duda, refleja la vida fuera de los estadios.
Ahora, pasada ya la
mitad de mi vida, observo con asombro, decepción y pena, la ligereza con la que
algunas personas toman decisiones, a la par que oculto con un velo de desmemoria las mías erradas.
En el vasto tapiz de la historia humana, cada hilo nuevo parece teñido con los pigmentos del pasado. La evolución cultural, lejos de ser un salto hacia lo desconocido, se asemeja más a un baile en espiral, donde cada giro nos lleva por caminos ya recorridos, aunque con nuevos pasos.
Tomemos, por ejemplo, el panteón romano, un espejo casi exacto de la mitología griega. Júpiter, el rey de los dioses romanos, no es más que Zeus con una toga; Venus, una Afrodita renombrada. Esta apropiación cultural refleja una estrategia política y social para integrar a los pueblos conquistados, manteniendo intactas sus creencias, pero bajo el manto de Roma.
La Navidad, festividad que hoy engalana el mundo con luces y villancicos, tiene sus raíces en las Saturnales romanas y la Fiesta de Yule nórdica. El Papa Julio I, en el año 340 d.C., no hizo más que vestir un antiguo festival pagano con ropajes cristianos, en un intento de cristianizar costumbres arraigadas y facilitar la transición religiosa.
En la actualidad, los «Días de...» proliferan en nuestros calendarios como una moderna reinterpretación de las festividades santorales. El día de la felicidad, el día mundial del gorrión, o el día mundial sin carne, son ejemplos de cómo las viejas celebraciones han sido reemplazadas por otras con un enfoque más secular y universal, pero que en esencia buscan lo mismo: congregar a la comunidad en torno a valores compartidos.
Otros ejemplos incluyen la transformación de antiguos ritos de fertilidad en festivales de primavera, o la reinvención de antiguas ferias de mercado en modernos festivales de comida y música. Incluso la moda, que parece vivir en un estado de cambio constante, recicla estilos y tendencias de décadas pasadas, presentándolos como novedades.
La historia humana es un ciclo de reinvención, donde lo nuevo no es más que una adaptación de lo viejo. Tal como lo expresa el Eclesiastés 1, 10: «¿Qué es lo que ha sido? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y no hay nada nuevo bajo el sol». En este continuo histórico, cada generación toma el legado de la anterior, lo adapta y lo transforma, en un eterno retorno que nos recuerda que, en el fondo, nuestras historias son ecos de un pasado que siempre resuena en el presente.