Esta entrevista con Rafael Yuste, neurobiólogo hispano estadounidense, toca un tema fascinante y a la vez inquietante: el potencial de la neurotecnología para cambiar nuestra comprensión de la realidad y sus implicaciones éticas. Como él menciona, el concepto del «teatro del mundo», en el que nuestro cerebro genera una representación virtual de la realidad, es una teoría de profundo impacto, que conecta directamente con filósofos como Kant y Platón, y autores literarios como Calderón de la Barca. Tengo una fuerte sospecha de que esta idea revolucionaria tiene una base sólida en la evolución biológica: los cerebros han perfeccionado su capacidad de modelar la realidad externa durante cientos de millones de años para ayudar a los organismos a sobrevivir.
La extrapolación de esta teoría es perturbadora, ya que plantea la posibilidad de que, mediante la manipulación de la actividad cerebral, sea posible alterar esa realidad subjetiva en los seres humanos. Aunque la tecnología para hacer esto ya está disponible en animales, el riesgo en humanos es inmenso, por lo que Yuste insiste en la necesidad urgente de legislar y proteger los neuroderechos. La mente es un santuario personal y debe permanecer inviolable, salvo en casos de intervención médica justificada, lo que hace imprescindible una legislación clara y robusta que defienda nuestra privacidad cerebral.
El aspecto positivo de las neurotecnologías es igualmente impresionante. El hecho de que puedan ser la clave para tratar enfermedades cerebrales incurables es esperanzador. Como explica Yuste, el alzheimer, la esquizofrenia o la epilepsia son verdaderos desafíos para la medicina actual. La posibilidad de que estas tecnologías revolucionen la psiquiatría y la neurología no solo abre una ventana a mejorar la calidad de vida de millones de personas, sino que podría cambiar por completo cómo entendemos y tratamos las enfermedades mentales. Pensar que estas tecnologías podrían ayudar a comprender mejor la naturaleza de las emociones humanas y los procesos cognitivos que nos definen como especie, resulta tan emocionante como esperanzador.
Una de las propuestas más interesantes es la idea de la decodificación de pensamientos, que permitiría, por ejemplo, escribir directamente a través del pensamiento o incluso reducir los malentendidos mediante una especie de traducción simultánea de ideas. La ineficiencia en la comunicación humana quedaría completamente atrás si pudiéramos transmitir nuestras intenciones sin que el lenguaje fuese una barrera. Aunque suene a utopía de ciencia ficción, Yuste lo presenta como una posibilidad tangible a medio plazo.
No obstante, la cuestión de la privacidad y la protección de los datos neuronales será crucial para evitar que estas tecnologías se utilicen de manera indebida. Yuste es tajante: los datos neuronales deben considerarse tan sensibles como los datos médicos. El ejemplo de la reciente legislación aprobada en California es un paso en la dirección correcta y es alentador ver que en España también se están dando los pasos adecuados para adoptar estas medidas. Esto podría posicionarnos como pioneros en Europa, algo extremadamente positivo y conveniente.
La entrevista se cierra tratando acerca de la relación entre los avances en inteligencia artificial y la neurociencia como otro tema clave. El cerebro humano sigue siendo una fuente de inspiración para los algoritmos de redes neuronales que sustentan la IA moderna. Yuste destaca un hecho asombroso: nuestro cerebro, con un consumo energético ínfimo, gestiona más conexiones que toda la internet global. Si logramos comprender cómo la naturaleza ha resuelto este enigma, podríamos revolucionar el futuro de la tecnología, reduciendo drásticamente su consumo energético, que empieza ya a convertirse en un nuevo problema.
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