Cada IA es un ojo prestado, un prisma que fragmenta el mundo a través de sus mundos invisibles y sus filtros. En un tiempo extraordinario y cercano veremos la realidad a través de sus lentes. Pero, ¿qué es lo que realmente veremos?
Antes, la percepción se limitaba a lo tangible, a los mitos y los relatos de los viajeros; luego vinieron los periódicos, la radio, y la televisión, cada vez más perfeccionados en el control de la información, la manipulación de guerras y la promoción del odio. Siguió internet con la promesa de la libertad, que indefectiblemente desembocó en el caos filtrado por los algoritmos, donde la verdad solo es un espejismo y la mentira un arma silenciosa en manos de intereses económicos ocultos.
Y ahora, las IA. Nuevas, inmanejables en su vastedad, pero, al fin y al cabo, sujetas a aquellos que las diseñan. El potencial es enorme; podrían ser una polifonía de voces en armonía, aunque también podrían cultivar la soledad y el solipsismo en su más perfecta expresión, o, triste y terriblemente, consolidarse como un oligopolio de inteligencias artificiales homogéneas, controladas por el sempiterno poder de unos pocos. Como siempre, lo que tenga que ser, será.
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Sé buena persona y por favor no castigues mis marchitas neuronas con otra escritura que no sea la respetuosa con la puntuación y la ortografía, el censor que llevo dentro te lo recompensará continuando dormido.