lunes, 24 de diciembre de 2012
Mark Albion: El problema de competir en una carrera de ratas es que, aunque la ganes, eres una maldita rata.
LA VANGUARDIA - 15/04/2002 - LLUÍS AMIGUET
Tengo 51 años y, hace 20, me cansé de ser el profesor de marketing de Harvard que preguntaba: "¿Qué quiere el mercado?" y empecé a responder qué quería yo. Soy de Boston. Casado, dos hijos. Creo que el éxito de un empresario no se puede medir sólo por los beneficios que obtiene, sino por el bienestar que genera para todos.
Mi mejor amigo, un gran empresario, fue por fin entrevistado por la sección de Economía de la CNN. Era su gran día. Pero la entrevista de media hora consistió en una pregunta: "¿Por qué los beneficios de su compañía han sido de 44 centavos por acción en vez de los 45 anunciados, y qué hará para corregirlo?".
-No es edificante.
Me llamó muy deprimido por la noche y me dijo que iba a dejarlo. Que el maldito centavo de diferencia le daba igual...
-Ese es su negocio, ¿no?
No. El éxito de un directivo, de un empresario, no puede medirse sólo por las cifras de la cuenta de resultados. Esa es una parte de su trabajo y si no hay beneficios, no hay empresa, pero sus logros no se miden sólo en dinero. ¿Por qué no le preguntaron a mi amigo cuántos puestos de trabajo había creado?
-Yo se lo hubiera preguntado.
Por eso no está usted en la sección de Economía de la CNN...
-Supongo...
¿Por qué no le preguntaron cuánto bienestar había creado en las familias de sus empleados al aumentar sus sueldos? ¿Por qué no le preguntaron si había logrado disminuir la contaminación de sus fábricas? ¿O si había puesto guarderías en sus empresas para las empleadas con hijos? ¿O si había logrado aumentar la satisfacción de la gente que trabaja con él? ¿O si había empleado jóvenes?
-Supongo que eso no les interesa.
¡No! ¡Sólo les interesaba el maldito centavo de diferencia por acción! No le preguntaban por lo que de verdad importa. Por eso dejo la empresa a los 15 días. Y yo ya había hecho lo mismo.
-Cuénteme su historia.
Un día me di cuenta de que el problema de competir en una carrera de ratas es que, aunque la ganes, eres una maldita rata.
-¿No estará llamando usted ratas a los empresarios?
A los estrechos de miras, sí: lo son. Su éxito no puede medirse en una única cifra de beneficios.Yo me negué a ser una rata. Era licenciado, máster y doctor en Empresa por la Business School de Harvard. Aparecía en los mejores programas económicos de la tele.
-¿Como su amigo, el del centavo?
Sí. Cobraba una fortuna asesorando a Coca-Cola y a Procter&Gamble: tenía colegas brillantes, un horario flexible y ningún jefe. Lo tenía todo... excepto una cosa.
-¿Qué?
Me sentía una rata.Y sabía que tenía que decidir: O sobrevivía como una rata o vivía como un hombre. Así que lo dejé.
-Sus amigos no entenderían nada.
Hay un momento en la vida en que te debe importar muy poco si te entienden o no. Basta con que te entiendas tú. Yo había visto a mi madre, que era empresaria, enferma de cáncer, un cáncer devastador...
-Lo siento.
Era dueña de la empresa textil Leni, en Watertown (Massachusetts) y un día entré en su despacho y la vi descansando extenuada por la enfermedad en el puro suelo. Pero iba cada día porque amaba aquel trabajo y a la gente que trabajaba con ella. Y me pregunté: ¿siento lo mismo por mi trabajo?
-¿Y cuánta gente lo siente?
Yo se lo diré: apenas el 20 por ciento de los que trabajan aman lo que hacen. El 80 por ciento asegura que trabaja sólo por el sueldo, al menos en América.
-Aquí más o menos igual, supongo...
Les conté lo de mi madre a mis colegas profesores de Harvard y de cómo yo no sentía lo mismo por mi trabajo. Descubrí que muchos pensaban como yo. Así que di el gran paso y dejé de ser el profesor Mark Albion de la Harvard Business School. Me convertí en Mark Albion y ya está.
-¿Y quién pagaba sus facturas, Mark?
Decidí escribir una "newsletter" en Internet y libros para ayudar a la gente a que hiciera un trabajo con sentido para su vida.
-¿Y qué? ¿Daba eso para las facturas?
Daba para vivir. Fundamos la Social Venture Network, un grupo de empresarios socialmente conscientes e iniciamos una red de contactos. Seré un insensato, pero nadie puede negar que yo de marketing todavía entiendo, así que, por ejemplo, me dediqué a hacer marketing para campañas sociales y empecé con una antidroga.
-Aquí eso del mecenazgo no desgrava; no tendría clientes.
Yo ya había ganado: hacía algo que me gustaba y que tenía un sentido. Me dediqué a explicarlo en las escuelas de negocios para que los alumnos supieran que no todos los beneficios estaban en la cifra, que también había la posibilidad de crear buenos empleos, un medio ambiente más limpio, más calidad de vida para los empleados...Y que se puede crear eso sin dejar de tener las ganancias que permiten vivir a la empresa.
-¿Y ya se sentía bien?
Un día el médico me preguntó: "¿Cuántas horas trabaja, señor Albion?". Y yo le respondí: "¿Cuántas horas respira usted, doctor?". Descubrí entonces que me había convertido en uno más de ese privilegiado 20 por ciento de los humanos que aman su trabajo. Y, como hizo mi madre, yo ahora iría al trabajo incluso con un grave cáncer.
-Eso sí que es un lujo.
Scott Fitzgerald decía que hacen falta tres generaciones para conseguir un artista. La primera es feliz con alimentarse y llevar al cole a sus hijos, la segunda quiere un buen colegio y buena comida y la tercera reflexiona sobre lo que hace. Y si no reflexionamos sobre lo que hacemos y adónde va el capitalismo, no habrá innovación en las empresas.
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