Edgar Neville en un sencillo telegrama resumió el triste sino del diplomático. El mensaje decía: «Sin instrucciones concretas, sin idea de la misión que debo realizar y sin estar muy seguro de cómo llegaré a un lugar cuya localización geográfica desconozco, parto hacia Tegucigalpa en donde quedaré como siempre a las órdenes de vuecencia.» Fue destituido fulminantemente.
¿Cuál es el límite de la sinceridad? O mejor dicho ¿Cuál es el límite del engaño? ¿Hasta dónde se puede ocultar algo sin traicionar la confianza depositada? Esta pregunta con ligeras variantes es la que se hacen al menos una vez en la vida todas las personas a las que las circunstancias las han llevado a ser depositarias de un secreto propio o ajeno. ¿Hasta dónde mi vida debe ser un libro abierto para mi mujer, mi pareja, mi amigo, mi hijo, mi hermano?
En un lado de la balanza está el hecho de que todo el mundo tiene necesidad y derecho a la intimidad, sean cuales fueren las relaciones en las que esté involucrado y en el otro, se encuentra el "contrato" tácito o explícito que se tiene con las otras personas.
Al abordar el tema de la sinceridad en las relaciones entre dos -o más- personas con un vínculo emocional, surge la cuestión de si es preciso contar toda la verdad. Difícil cuestión. Y es que los seres humanos podemos ser tan impredecibles, que no siempre es fácil saber cómo va a reaccionar la otra persona ante nuestras confesiones.
Ciertamente, existen casos de personas que al escuchar confesiones apuradas se sienten profundamente conmovidas. Se crea una situación en la que la confianza puede crecer porque se ha dado un paso importante hacia una honestidad hasta entonces desconocida. Es verdad que muchas veces los secretos son los causantes del distanciamiento entre dos –o más- personas. Cuanto más se abre uno al otro –en el terreno de la comunicación–, más aumenta la cercanía. La comunicación prevalece y permite pasar a un plano de mayor comprensión, a un nuevo nivel de acercamiento.
No obstante, también es frecuente el caso contrario, cómo algunas personas somos incapaces de subsanar el daño resultante tras una confesión. De pronto se enfrentan a una situación que no esperaban ni deseaban. Se pueden sentir muy dolidas de forma incurable o imperdonable. Algunos psicólogos lo denominan 'sincericidio'. Es decir, cuando la sinceridad produce un efecto negativo, de alejamiento y desconfianza. A un grado tal, que la sincera confesión marca el fin de la relación.
Hacer revelaciones importantes requiere tiempo y preparación. Especialmente cuando los sentimientos implícitos son muy profundos. Al desear realizar confesiones es necesario que nos preguntemos si nos va a entender la otra persona. Ni todas las personas nos sabemos explicar ni todos nos saben entender.
Visto en el Blog de Minna
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