Si sumamos debidamente descontextuadas las barbaridades llevadas a cabo a lo largo de la historia por los representantes de las diferentes concepciones de la realidad, no se salvan ni los representantes, ni los conceptos, ni la realidad, no se salva nadie, nada. Lo mejor sería empezar de nuevo la partida; cada uno se lleva sus muertos a casa, repartimos las cartas, y al primero que rompa las reglas del juego lo expulsamos de la partida para siempre. Lo malo es que ya no hay juego, ni partida, sólo hay reglas, y con frecuencia es preciso violarlas para mantener las reglas, del mismo modo que hacen falta sujetos sin ideología para defender las ideologías. Así que lo que no hay es esperanza ¿y qué?. No pasa nada, somos mayores, comemos de todo y además nos engorda.
Por Juan José Millás
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Sé buena persona y por favor no castigues mis marchitas neuronas con otra escritura que no sea la respetuosa con la puntuación y la ortografía, el censor que llevo dentro te lo recompensará continuando dormido.