domingo, 16 de febrero de 2025

La linterna de la razón frente a la superstición: la lucha por la verdad en un mundo de narrativas emocionales

Soy un firme defensor de la lógica y la racionalidad como vía para conocer e interpretar la realidad; sin embargo, no puedo pasar por alto lo intrincada que resultan ser las vivencias humanas. Por esto mismo, me perturba toda tentativa de revivir las supersticiones y el pensamiento mágico; reliquias, aún vivas, de épocas pasadas en las que el ser humano no tenía mejores formas de explicar la realidad material y se veía empujada a buscar atajos y dar forma a fantasiosas maneras de dar cuenta del mundo.


Durante mi vida he observado cómo la búsqueda sincera de la verdad se ve comprometida por narrativas que recurren a las emociones y la superstición. Cuando alguien elogia la magia en lugar del rigor científico, siento que se debilitan los esfuerzos de generaciones que han apreciado la evidencia y el pensamiento crítico.


Este estudio y análisis de la Fundación BBVA me produce emociones encontradas. Por un lado, resultará alentador observar que la ciencia y la lógica continúan siendo altamente valoradas como instrumentos esenciales para comprender lo que nos rodea. Por otro, me preocupa que siga habiendo un porcentaje significativo de la población que optan por mantenerse aferrados a teorías sin base alguna, salvo la de su imaginación desbordada, intentando explicar la realidad desde un prisma místico que solo contribuye a perpetuar la ignorancia.


Cuando era un niño me encantaban las historias de fantasía que ofrecían soluciones simples y maravillosas ante lo desconocido. Con el paso del tiempo comprendí que la verdadera maravilla no radica en aceptar lo inexplicable de forma pasiva, sino en desafiarlo. La ciencia, y todo lo que se deriva de esta, para mí, es como una linterna que disipa las sombras de la duda y distingue entre lo auténtico y lo ilusorio, sin restarle misterio al mundo, por el contrario, añadiéndole un nuevo matiz de fascinación.


Me alegra ver que en medio de la confusión de esta era contemporánea de la mal llamada postverdad, es decir, de igualar el valor de la mentira y la verdad en el discurso público, todavía se valora la importancia de la ciencia como fundamento del entendimiento y el debate en las sociedades democráticas. Estamos hablando aquí no de una fe irracional, sino de la conciencia de que nuestras elecciones deben estar fundamentadas en hechos comprobables y no en fantasías.


Abogar por la razón no solo implica descartar creencias en lo sobrenatural; también implica asumir la responsabilidad de construir un mañana en el cual las discusiones se basen en argumentos sólidos sustentados por vivencias compartidas contrastables. Una sociedad que valora la evidencia por encima de la fantasía; que fomenta el espíritu crítico y desconfía de soluciones simplistas, es una sociedad que abraza la verdad sin rodeos ni engaños, por dura que esta pueda ser en ciertos momentos.


Cada dato de este informe refuerza mi convicción: solamente a través de un análisis detallado y una búsqueda constante de la verdad, podremos liberarnos de las ataduras de la superstición y avanzar hacia un futuro donde la razón y la compasión sean nuestras guías más sólidas.

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